Anatomía de mi Ex Futura Salud.
Leonardo Da Vinci.
Señores representantes del
pueblo:
Desde que llegué a España el 12
de octubre de 2002, sólo recibí bondades y muestras de cariño.
Años antes, durante la década de
los 90´ en Argentina, ayudé a tres buenos estudiantes españoles a cursar un año
duro en su conquista personal de ser pilotos de avión. Les dí mi casa, mi
amistad, los paseos por la costanera, las charlas pacificadoras necesarias en
la juventud, o mis llamadas por teléfono para tranquilizar a sus padres en
Madrid, Vigo y Murcia.
Cuando sucedió el desastre
económico en la Argentina, pasé de un próspero comerciante a ser un despreciable montón de despojo humano. Aún
no sé como sucedió, me culpé mucho tiempo hasta que comprendí que un millón de
comercios se habían desplomado de la nada.
“Mi casa es tu casa”, me dijo
Iñaki una tarde por teléfono.
Las personas creamos lazos mucho
más interesantes y superiores que los
países.
Vivo en España desde hace 12
años, he trabajado, padecido, alegrado, entristecido como cualquier hijo de
vecino, pero eso sí, jamás he pedido ni abusado ni utilizado ninguna ayuda
social, descreo de las ayudas excepto en personas que realmente sí lo necesitan
y que sería muy sencillo, si vuestras señorías trabajaran para ello.
Identificar la paja del trigo, como todo, es una decisión política.
Para sorpresa de muchos
compañeros de trabajo, en el 2011 alcancé a montar un comercio, allí pude
palpar la cantidad de gente que vive de los autónomos, bastaría con cruzar
información de otros países para que la gente independiente se diera cuenta de la
cantidad de papeles, impuestos, cánones, secretarías, oficinas, que NO se
hallan en otras latitudes o son solucionados con metodologías más simples.
Porque sinceramente, ahora que se
cargan las tintas con los tan buscados emprendedores, entiendo la razón de su
escasez.
Allí pude ver como numerosas
asistencias van a parar a manos de los que más tienen, por increíble que
parezca las multinacionales están plagadas de beneficios sociales, conforman un
surtido de sub empresas que recogen
todas y cada una de las ayudas que la administración dispone, sin ningún rubor,
aunque sus cuentas den beneficios siderales.
El negocio no fue bien, no
importan los motivos, existe pero sin mí, no está mal pues he logrado preservar
varios puestos de trabajo para mis compañeros, a quienes pagaba constantemente
en fecha aunque yo no cobrara. Cuando se atraviesan las aguas primeras en la
creación de un comercio hay que dar el ejemplo, siempre, al menos yo pienso
así.
El destino quiso que volviera a
quedarme sin nada, después de doce años, de doce mil kilómetros, otra vez en la
calle, y sin paro.
Consecuente con mi forma de
pensar tampoco fui a pedir asistencia, hay muchos padres desesperados que
atender, y si bien no soy un gladiador de la vida, aguanto con estoicismo los
principios que mi abuelo italiano me enseñó: “el diablo se asusta de los que
tienen paciencia fundadora”.
Por inaudito que parezca, no
existe en mí el signo del menor miedo, no puede uno morirse dos veces por
dentro.
Yo no vine por dinero, no era
eso, me rebelé contra las infames diferencias sociales de mi antiguo estado,
quise desintoxicarme de aquella maldad.
Por eso hoy, después de tantos
años, cuando fui a retirar mi nueva tarjeta de salud, vaya asombro cuando me
respondieron:
“Tú no existes, no te veo en la
lista, no figuras en el sistema, no te
tengo”
Me recordó al dictador Videla
diciendo: “el desaparecido es una incógnita, no tiene entidad, no está, ni
muerto ni vivo, está de-sa-pa-re-ci-do”, entonaba el general para pretender
suministrar un sortilegio a la palabra más propia de magos que de gobernantes.
“De ahora en adelante se te
facturará cualquier servicio que utilices”, me dijo el señor administrativo,
muy amablemente y con cierta preocupación de su parte, debo decirlo.
Vaya, muy bien, no se preocupen
camaradas, de verdad que no pasa nada.
He aprendido a vivir con poca
cosa, después que se franquean los cincuenta años la existencia es más despejada,
“ningún lugar en la vida es más triste que una cama vacía” decía García
Márquez, y la mía está repleta de amor.
Ahora mi cuerpo ha recibido el
mensaje que no puede enfermarse, como un mandala, gracias a ustedes, se los
debo, sé perfectamente que nadie va a preocuparse, no tienen por qué, es sólo
otra decisión política.
Pasolini decía que la nueva
ideología era el consumo, que en realidad lo que nos unifica a todos, tanto a
la derecha como a la izquierda y antes que sus partidos, es el consumismo. El
fascismo basaba su dominio en la iglesia
y el ejército para gobernar, eso ya no es nada comparado con el imperio
consumista de la televisión, por dar un ejemplo, expresaba el magnífico
director.
De acuerdo a esta premisa, el
nuevo dogma a desentrañar es el consumismo porque la ideología fue sobrepasada, “consumir” está
por encima del recapacitar en la manera de hacerlo, de una u otra forma las
ideas no se plantean en términos de sociedad, sino de sociedad de consumo.
En esa sociedad de consumo no hay
pacientes, hay clientes.
Si esto es así, ¿qué escritura
mental o símbolos elaboran quienes los conciben, y qué réplicas se organizarán
en el espejismo psíquico de los que debemos obedecer su cumplimiento?
Según Wright Mills, la
imaginación sociológica es una cualidad mental que nos ayuda a procesar la
información y desarrollar una razón más
lúcida para conseguir entender lo que ocurre en nuestro entorno y en nosotros
mismos, con ella percibimos o captamos la interrelación entre el hombre y su
sociedad o las transformaciones que van desde las más remotas o impersonales a
las más íntimas.
El problema que observo a mediano
plazo, es que si las personas que legislan o dirigen una nación, pierden, o
deciden perder por interés
materialista la orientación con su
época, negando transformaciones casi obvias ya vividas, queriendo retrotraer
del pasado recetas o fórmulas de un sistema ridículo de mala coexistencia, de
poca paz a simple vista, si se quiere separar por castas al resto del conjunto
nacional, eso quiere decir que su visión
sociológica se ha vuelto nula. Sinceramente ellos creen que no importa y que
pueden saltarse esa norma de aparente unión mínima sin sufrir ninguna obligación posterior. Su
fantasía consiste en que nadie podrá tener la suficiente coalición para
enfrentarlos, pues discrepo, nadie puede escapar de la tragedia y la miseria
empujará, sin remedio.
Si echas a rodar las piedras del
destino desafiando los valores comunes de la gente, a los signos y grafías de
sus dictámenes, a sus emociones, vas a enfrentarte finalmente con tu pueblo,
nada menos que a los ciudadanos que pagan las nóminas y servicios que sustentan
a esas mismas instituciones que simbolizas, de las que te has apropiado porque
son una ganga ventajosa y porque son las columnas que sostienen al capitalismo.
Es entonces cuando surge la
apatía, la indiferencia, y exactamente ahí mismo donde comienza la decadencia,
pueden sobrevivir un tiempo, años, no importa, en un momento de la historia
todo se detiene y se pasa al siguiente estado de conocimiento, es decir, las
iconografías de los abuelos antes buenas o positivas, pasan ahora a ser
nefastas y perjudiciales para las nuevas generaciones. No digo nada nuevo.
En ese mundo de representaciones,
“No es posible tener imágenes nítidas cuando hay ideas difusas”, decía Jean-Luc
Godard, porque no existe un pensamiento en la gente que no provenga de sus
sentimientos, como igualmente, esas mismas personas se quedan sin preguntas
cuando las respuestas se suceden una y otra vez
con una clara insuficiencia de mensajes sin fe. La carencia de certeza
implica llanamente un directo camino al
desorden, como igualmente genera caos
el castigo injusto generalizado.
Realmente a veces me pregunto
quién aconseja a sus eminencias, claro que ganarán al principio mientras la
gente no lo perciba, pero ¿qué inmediata reacción tendrá después? Es de manual.
Me da un poco de vergüenza tener
que hablar de cuestiones comprobadas hasta el cansancio en pleno siglo XXI, y
que el parlamento europeo, con tantos y
costosos asesores invocando la inteligencia emocional, no vea este problema,
excepto por supuesto, que se desentierren anticuadas doctrinas con otras
intenciones sin avisarnos hoy, para ocultarnos hacia dónde se dirigirán mañana,
con lo cual estaríamos ante un problema mayor, o ¿están pensando encarcelar a
media Europa del sur para reintegrarse
una deuda privada y que desde ya les adelanto es incobrable?. O quizás, que
vuestro dios no lo permita, estén
madurando en volver a crear campos de concentración para deudores, eso sí, a
decir de los ortodoxos economistas germanos de otras épocas (¿o de esta?): una
mano de obra excelentemente productiva y…baratísima.
Señores, estimados políticos, los
caminos del señor son infinitos, misteriosos, y más con el arribo de “San
Google”, de “Santa Youtube”, de los cientos de miles de registros de la
fotografía o vídeo que sacan en vivo y en directo nuestras dudas más subjetivas
y quitan las máscaras de aquellos que
quieren tapar el cielo con las manos. La avaricia, en el fondo, no es más que
un simple acto malicioso, y más cuando
decide la vida o muerte de los
individuos.
Yo, aquí y ahora, no tengo
cobertura médica, ni cobro ninguna prestación desde hace cuatro largos años, mi
vida dependerá más del personal hospitalario, menos mal, que del arbitraje o
predestinación de sus excelencias.
Dependemos, sin saberlo, de
sentimientos propios y ajenos: “Todas las constituciones, leyes y políticas de
un país son el resultado de los
sentimientos razonados y acordados de común acuerdo, es un compromiso
entre representantes y representados con la realidad humana de su tiempo
presente”, que bonito, ¿verdad que sí?, Bueno, eso debería ser, aunque sabemos
que siempre fue manipulado, claro, que fácil es escribir literatura de ocasión
para engañar sin anestesia a poblaciones enteras.
Pero así y todo, aquellas medidas
que no se armonicen con la
interpretación de las imágenes del bien o el mal de la mayoría, nunca
perdurarán, siento desilusionarlos, pero la palabra “recorte” inmediatamente
nos genera el retrato de más pobreza, y un algo más, un especie de sexto
sentido popular, quizás la vieja memoria de los abuelos que no se rindieron nos
dice que no estamos equivocados, algo muy superior que los tristes y
tendenciosos medios de comunicación que, como si fuera el colmo, son mantenidos y enriquecidos por el mismo
pueblo que traga saliva y los aguanta.
Si el capitalismo va a
fagocitarse a sí mismo por egoísmo de su mezquindad, los pueblos deberán
demostrar al mundo la llegada de un nuevo modelo.
Necesitamos enfrentar el envejecido prototipo de
dominación por el mercado de las armas
y dejar paso a la práctica de la aprobación de todos los sectores, de la
competividad sin final al cooperativismo del bien común, de la arbitrariedad
inconstante a la facultad inquebrantable del derecho.
Nos urge la llegada de un nuevo
renacimiento de l@s trabajador@s.
La mayoría está preparada, sus
imágenes internas lo están, el uso indiscriminado de la violencia revela sin remedio la ira de quien
no tiene la razón.
Nos pegan y encarcelan porque no
tienen la razón.
La mañana que pulverizaron mi nombre
de las listas de “pacientes” para incluirla en la lista de “clientes” en la
Valencia donde aún se respira el espíritu de la antigua ciudad íbera, romana,
visigoda, árabe, cristiana, la franquista y la supuestamente democrática, un doctor se
acercó a preguntar qué sucedía.
¿Cusano?, ¿tu apellido es
Cusano?, como Niccolo Cusano, Leonardo se hacía atender por “il Cusano médico”
en Milán…
No señor, mi familia era del sur:
una parte pugnaba por sobrevivir como campesinos en Basilicatta, y la otra desafiaba
el viento de la Patagonia obrera.
Acaso exista en el sur de
nuestras conciencias la predisposición para merecer la mejor dignidad posible
en la civilización.
Yo lo tengo claro, o se alcanza
ese nuevo paradigma o se rompen todas las leyes de convivencia en occidente.
Dejad de pedir permiso, nunca
obedezcas.
Organízate y lucha.
Oscar A.Cusano, Asamblea de Parad@s y Precari@s de la CGT
Valencia.